Credo

Creo en mi. En el "será" que esbozan mis intuiciones. En las pulsiciones salvajes de mis dentelladas.

Creo en mí. En la vigencia de mis necesidades. En la existencia de mis vacíos.

Creo en mí. En lo potencial de mis creaciones. En la complejidad de mis ganas.

Creo en mí. En mis ardores, en mis desvelos, en mis náuseas.

Creo en mí. En las ilusiones aniñadas de mis despertares. En mi actividad.

Creo en mí. En mi compañía, sabiéndome toda. Una. En mi yo. En mi estar

En mí, todopoderosa, creo.

Guerreo conmigo y con lo de más allá. Apropiarme de mis miedos no es sencillo. Son míos y, a la vez, me plantan cara y son capaces, tanto de obedecerme y aparecer cuando los llamo, como de permanecer cuando les suplico que se larguen.

¿Contra qué competimos? ¿Contra el escurridizo exterior o contra el propio interior hecho cosa? Esta segunda posibilidad podría rompernos los huesos, el alma, partirnos en dos. Porque lo que nos es ajeno está allí, ubicado, tiene peso y ocupa un espacio, pero lo que es nuestro -y ajeno- está allí y está aquí -en mí- ocupa un peso y un espacio -el mío- y tiene tantas formas como mi inseguridad, que es omnipresente, voluble y capaz de abrigarse con todos los disfraces que mis miedos albergan.

Como me conozco, sé que aquello de fuera forma parte de mí. Como me desconozco, no sé qué forma tiene hoy lo que yo misma he engendrado.
Estereotipadas conciencias que abaratan los caracteres, que les quitan firmeza, que los uniforman.

Escapar de la cadena de montaje es tarea fácil. No hace falta esperar a que duerman los obedientes centinelas. La conciencia de que ellos velan las cancelas endurece las ganas, las huídas, los motines.

Escapar del fordismo a la hora de digerir el mundo debería ser un padrenuestro.
Esquivar de la planicie imperfecta de nuestros miméticos cerebros.

No soy como "hay que ser", ni camino como corresponde a mi gremio. Pero, si yo fuera tú, me preguntaría porqué son iguales todos ellos.

De puntillas en tus pestañas
sonriendo a tu adentro.
Esperando el destello,
aprobación en tus pupilas estriadas.

Tus ojos se achican,
enmarcan,
enfocan.
Tiemblo.


A la espera. Desnuda.
Y sonriendo a tu adentro.

No soy tu patilla izquierda, tampoco la derecha. Ni tu peroneo. Tampoco mis sístoles/diástoles ritmean con los tuyos.
Soy el dibujo artístico en tu papel cuadriculado.
Soy la mancha impertinente en tu camisa de los domingos.
Eso que no debería, pero que es.