CAOS

Todos, por pertenecer al santo Orden de lo que sea, de lo que hay, de lo que toca, amamos la anarquía. Y la amamos por encima de todas las cosas, da color, divierte y redecora. Pero, como todo, a ti te rogamos, amado Guirigay, lo seas con cierta medida, con disimulo y nunca desconsideradamente.

A la oración, intención o fantasía del desbarajuste, le presumimos un buchito de cordura. Ocurre, entonces, que algunas veces el desorden administra todos los minutos, todos los días, todas las horas, toda una existencia, toda una época, todo un mundo y, llegado ese día, esperamos con compulsión e impaciencia al redentor que nos devuelva la inapetente rutina.





Redentor que ya llegas,
Vislumbran mis entrañas.
Borda con tus hilos mis tropelías
Escribe un decálogo con mis descuidos
Y líbrame del poderoso y deseado caos,
Ahora y siempre
Por las próximas centurias
Así sea.