(texto de Isis o la agnóstica Sofía)

La divinidad femenina: la diosa.

La soberanía, la guerra y la caza forman parte de sus competencias. Es autónoma, sexual y fuerte.

Su esencia radica en que lo incluye todo: en su interior contiene la totalidad de los opuetos, incluidos lo masculino y lo femenino.

"Trueno: la mente perfecta"

Porque soy la primera y la última.
Soy la honrada y la desdeñada.
... Soy la ramera y la sagrada.
Soy la esposa y la virgen.
Soy la madre y la hija.
Soy las extremidades de mi madre.
Soy la estéril y muchos son mis hijos.
Soy aquella cuya boda es grandiosa,
pero no he tomado marido.
Soy la comadrona y la que no da a luz.
Soy el solaz de los dolores del parto.
Soy la novia y el novio
y mi marido me engendró.
Soy la madre de mi padre y la hermana
de mi marido,
que es mi vástago...
Hacedme caso.
Soy la deshonrada y la grandiosa.

(texto de Isis o la agnóstica Sofía) Documentos de Hag Hammadi.

Juicio

Yo, culpable.

Yo asumo.

Yo, errada.

Y, desde ahora, yo errante.

¿Cuáles son las reglas de tu propio juicio, siendo tú juez?

 

Era un vigilante de pulso y de respiración

Y, de este modo, hice del bosque un lugar irrespirable.

De mis llagas saqué la sangre con la que alimenté el pesar

Y ahora hay que curar dos veces

(La herida sobre la herida)

Y a dos; un mártir y un sacrificado.


La ignorancia no exime la culpa, gritan.

No escucho; desde hoy, en mi huerto, sí.

Porque mi huerto es mío

Y mías sus leyes y míos sus indultados.

Soy desierto, polvo, la maleza y el caos,

Pero en el regazo guardo agua de lluvia

Y cultivo un huerto e invento y leo hoy sus leyes

Porque nadie va a absolverme,

Siendo yo el juez y el acusado.

 

 

Me bajo de la cama y, a pesar del calor de esta mañana cargante que te licua el cerebro y deja las vísceras agujereadas como un gruyere, tengo las manos heladas; me coloco y enumero mis dedos (y están todos); miro mis piernas y las compruebo (y funcionan, me sujetan); busco mis ojos con mis ojos ante el espejo (luego, veo); me susurro y me pregunto “¿dónde estás” y pronuncio y me escucho (tampoco he perdido ni la voz ni el oído).

Me atrevo a asegurar que estoy completa.

Lo enuncio: “Estoy completa”

Pero, al caminar, el vacío de mi vientre se ha hecho aún más grande. La sensación es de un abismo inmenso, de una oquedad desoladora entre mis hombros y mis muslos.

La ciudad que rodea al corazón está en ruinas.

Deseo

Tocar el hielo con la lengua, tentar el hielo.
Qué obcecación barata de caminar inquieto,
Qué innecesaria necesidad,
Qué diminuto imperio.
Si saber que serán aún más grandes
Las ganas que el frío en el labio grana
Porque, según se aproxime al ansiado objeto,
Lo hará desparecer con el propio aliento.
Has de ser trovador de tardes y sabrás acariciar rincones,
llenándolos de luz
y de música.


Serás verdad cada vez que apoyes tus talones sobre el suelo.
Transparente para mí.
Yo para ti.


Sabrás contar historias como si hubieras nacido para ello,
con sus puntos y comas,
con sus silencios.


Volarás sobre la ilusión, no caerás en el tedio,
pero tu ansia de ver
descansará en mi cuello.

Pijama de paja

Tocan la hora porque todo llega,
Lo que consta escrito no es más que ley y
Mi pataleo, pura anécdota.
Tras caer rendida anoche, a solas conmigo,
Siendo el cansancio bruma sobre mi frente,
Cerré los ojos con plomo sobre mis párpados.
Constando yo, entera yo; conviviéndome y
Con mis dudas martilleando mis sienes,
Con el fracaso perfumándome el cuello,
Con mi derrota embozando la aparentada sonrisa.
...

Y, circunstancialmente, ha amanecido
Y mis ojos, que se cerraron por siempre con avaricia,
Han vuelto a abrirse.
Irónicamente tenía un hambre voraz
Que era más rigurosa que mi pijama de paja.
Y mi hambre y yo, sobreviviéndonos,
Hemos prendido fuego al pijama.
Nos hemos lavado la cara doliente
Y hemos maquillado los rasgos,
Cambiando realidad por simiente.
Desayunándonos había luz sin pedirla

Y ahí fuera todos seguían trenzando su fábula
Y aquí dentro, servidora hace lo propio
Y se calza medias de continuidad
Y jirones de naúfraga más que viva.
Y sin apetito y sin sangre
Me he lanzado a la marea, porque eso
Es lo que se espera de mí y
Porque, al final, no somos nada más

 Que peces.

¿Por qué?

Los porqués están sobrevalorados

Porque son difusos,

Porque apenas casi rozan el motivo.

Porque su natural no es la pureza

Porque se mancillan y retozan con tanta cosa…

Dar un porqué es encorsetar verdades

Es meter en un bote un insecto alado,

Es cuadrar con sudor un perfecto círculo.

Es justificarse por no quedar callado

Es cortarle lo pies al sujeto activo.



 

Las personas dichosas tienen un defecto del cual no se corregirán nunca: creen que los desgraciados lo son por culpa de ellos mismos.”
Beauchène



Está recientemente nacido

y huele a pan,

No está instruido en sonrisas,

más las regala.

En medio de mi misa,

me deja sin habla.

Aúpa frágil la mano y

toca mi frente.

Es recién brotado y me arrulla,

Y quepo entera en su brazos.

Liba mi herida y me hace

Infanta, malcriada y perita

En no creer en pretextos

Y en la simpleza del gesto.

El horror vacui no existe, son los míseros sacerdotes

Abro mi mano y extraigo ciento cinco cosas.

La cierro y, si comulgo, al volverla a abrir está desierta.

 

No hay.

Guardo la ceremonia del desprecio,

Allá en aquella luz de esa alborada ventilada.

Y la prendo, a ratos sí a ratos no,

Sobre la esquina opuesta a mi cara,

Allí en ese lado de la almohada.

A veces los males son boletos

De ida sin vuelta a otros lugares,

Plazas donde uno se instruye en el arte

De hacerse su propio pan

Y en el ejercicio de escuchar

E interpretar la verdad de los sigilos

Y a sentirse alegremente acompañado

De esa dama desdentada y sombría

Que se llama soledad y está a tu lado.

De tus nones extraje, apenas sin sudor,

El germen de mis posibilidades,

Del mismo modo en que un día

Fuiste motor de mis bloqueos.

Se escapa tanto el misterio

De aquello, de lo perdido, de lo apreciado,

Que es un sinsentido tener miedo

De peces que se escurren entre los dedos

O de quedarnos callados

porque no hay mandato ni argumento

Ni en la lluvia ni en los claros.

Y no resolverás qué día

tus hombros estén mojados,

Ni mucho menos el tiempo

Que vive lo que has amado.



Pintura: Fernando Beorlegui Beguiristain.