PATIENCE

...

 
Enemiga de nuestra ansiedad
te muestras.
Hermana de la contención,
ecuación del tiempo
y la entereza.

...
Ahora,
que te necesito por encima
de todas mis prisas
y mis vértigos.
Lumbrera de la vida.

Eres.

Imperturbable tu entereza,
que vistes de indolencia
ante mis zozobras
y me pides la espera,
el sosiego.

Aguarda,
me dices.

Necesaria
te muestras.

Me haces rezar al calendario
Y aprehenderte
entre mis prendas
 

- Algunos lunes -

Hoy que me he puesto en venta por doscientos gramos de frescura y que, en aquella esquina, me he apareado con los apetitos y he conseguido despilfarrar todas las dudas en la única empresa de resolverme en cómo me coloco el pelo.

Hoy que corría el aire y alzaba las faldas y el lunes era ágil y risueño; que retozaban las gentes y se fusilaban por pares con piropos y guiños, como si en todos los dedos gordos se celebrara una fiesta.

Hoy las mentiras corrían despavoridas por las calles, huyendo del tiempo que todo lo hilvana con sus hilos de evidencia.

Las palabras inurbanas venían colocando sobre su frente la visera del adiestramiento, temerosas de que el sol las descompusiera y de que los viandantes no tuvieran más remedio que salvaguardar su nariz con los dedos, torcidos del asco.

Hoy los chismes, las calumnias, las deslealtades y mis tristezas, cogidas de la mano y con más miedo que vergüenza
que nunca la conocieron- salían al exilio, señaladas por el dedo índice del juicio y, en su carrera, se giraban a mirarme sabiendo, por vez primera, que jamás me han alcanzado del todo. Y lo que es peor, que nunca fui suya.

Estas obras que se están engendrando en mi vientre, levantan mucho polvo.
Algunos días, emanan vapores pestilentes que desmerecen la vida por las aceras. Otros, como este lunes, hacen barrido general y la tarde suele quedarse, tras el sacrificio, diáfana y bella.
Arrojar al fuego lo ayer sentido,

despojar de las pieles tactos apagados,

hacer limpieza de versos moribundos,

calentar café de recuelo con finales

y beberlo despacio, acatando la purga.



Sentarse luego en el filo del olvido,

descolgar las piernas y codiciar su efluvio,

dejarte abrazar por él. Te ha elegido.

Abaratar la aflicción que no es más que un cuento.

Calcinar la hojarasca.

Buscar el verdor.

Necesarias vanidades



"Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves. Sólo en sueños, en la poesía, en el juego -encender una vela, andar con ella por el corredor- nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos."



Llámame vanidosa, si lo deseas
pero solicito:
Sentir que soy contigo uno sólo,
que es mi parte perdida
tu mapa de los lunes;

que mis sueños inquietantes
no son más que humo

porque tú,
con tus dedos,
y un simple chasquido
vas a hacerlos desaparecer
del bosque de mi angustia.

Que este frío es pasajero
porque en el hueco de tu pecho
vas a recogerme luego.
Que no habrá inviernos
porque tú,
siempre,
vas a traerme flores
recién cortadas.


 
Que sólo elegiremos
de las palabras, aquellas
que aman y protegen
y alguna que otra
que aconseja y
que comprende.

Que no hay miedo
porque tus dedos,
enlazados a los míos,
son muralla.

Y, a cambio, prometo
Dár(te)me
entera yo,
y talar todos mis remilgos
para que, pedirte algo,
sea tan sólo una excusa
para ser tuya.





Porque tú, porque tú, porque tú. ¿Qué somos sin tú? Somos yo
Tergiversar a la población
con infame jerga,
asignando fuliginosas
aleatorias variables.
Trazar una probabilidad
saturada de indecibles
doctrinas ponzoñosas.

Cargar de inferencia
aquellos datos
y elegir a dedo,
sin justicia,
alguna víctima,
obligándola sin más
a convertirse
en la necesitada muestra.

Embriagarla y corearla
“eres parámetro“.
Darle la vuelta,
invirtiendo
en esa empresa,
de cuantificar su yo
Y analizar
cualitativamente
su existencia.

Maniobrar resultados
con la técnica
de repetir como un mantra
aquella hipótesis.
Y después
extrapolar el enredo,
creando axioma,
para poder ocultar
tanta vergüenza.

Indulto

A la hora de la eucaristía
ni hago fila
ni mantengo ese cuerpo
frágil sobre mi lengua.
Ni antes
he catalogado
mis faltas

Y,
Sin embargo,

me provees de penitencias
y tus ojos
clementes
me miran
y resulta
que me reconoces.

Después

con piedad
prendes mis manos
y
con devoción
disuelves todos
mis tropiezos.
                                                                                              A L. De Julián López




Con la gala que naciste

 y ese intimidad
con la música
y tu piano
y tus dedos,

tímidos pero suficientes.
No podías suceder de otro modo.

La guerra te besó la frente
y tu juicio, aún entonces,

se desabrochaba de la manera
en que se abren las flores.

Tu pensar es al nivel
de bella mujer liberada,
erguida, lúcida y avisada.
Y no cumples los ochenta.

Salvaje madre
y abuela redentora.

Arrope risueño que,
en las tardes de mi inocencia,
 me declamaba
la voluntad de los versillos
populares y cadenciosos.
Y me hacía volar a ese otro sitio
que existe y que todos obvian,
donde calza la belleza
zapatos de tafilete viejo
y collar de perlas desgastadas.

Te debo mi yo
y todo mi adentro y

no sabes
cuánto de mi alegría,
y cuánto de mi cuento

La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes” (Arthur Schopenhauer)

Tuve la suerte de ser arrojada bruscamente a la realidad” (Ana Frank)

Es ese polvo que se manifiesta de serie encima de tus hombros,
el reconocimiento a cualquier intento,
el laurel que se abre paso sin la parvedad.
El momento preciso,
la forma exacta,
el camino adecuado,
la cuna en la que te reclinaron,
la palabra perfecta,
la oportunidad justa,
esa linfa tuya,
ese descubrimiento del otro.

Lo que se te justiprecia.
El cansancio necesario.
El azar.
El signo.
La estrella.
El hado.
Tu destino.
La casualidad.
El albur.

O la entelequia y tu fibra,
tu acomodo a la tetina
en la que aprendiste a mamar.

Nazareno.

Arrastra los pies y se encorva

como un Nazareno.

Amoratado y con culpa, arrastra

innecesarias heridas,

como un Nazareno.

Lleva baja la frente y se pierde

los alrededores verdes,

las flores y las campiñas,

por ser Nazareno.

A pesar de su postura no ha podido

evitar el bronce de su nuca,

lleva arena en las pestañas

y sal en sus dedos.

La vida sigue soplándote,

mi Nazareno.

Posibilidad

No me hagas creer,
no te lo consiento,
que esto es todo lo que hay,
que no existen más vinos.
sabiéndome como me sé,
matizada de paladar
y hambrienta de frutas.

Cambios las onomatopeyas
de mis alucinaciones
por la cadencia
de mis presunciones
y el brillo de mis zapatos
por todo este barro
que me pervierte.

Y hago la luz,
enciendo mi faro
y distingo siluetas
hechas a mi porte.
Y te cuestiono,
aprendo papiroflexia
e intento ser fiel
a lo que me cuento.



La boca de la veritá.



Génesis.

La incomprensión es una palabra grande y no lo es por bella, ni por justa ni por virtuosa; lo es por protagonista.

Se discrepa. Hay desavenencias, desacuerdos, desamor desde el principio.

En el principio creé el mundo y lo vi bello
Y, según lo hice mío, se trastocó amorfo
Y no estuve de acuerdo.
Y observé a los seres vivos y algunos eran irracionales
Y otros, que yo doté de raciocinio, resultaro...n ser salvajes.
Y no estuve de acuerdo.
Y se agregaron y formaron familias y, en ocasiones,
Fueron Saturno devorando a sus hijos
Y no estuve de acuerdo.
A la noche, danzaban y se cortejaban;
Los machos a las hembras y
Las hembras a los machos...
Y se unieron por pares
Y se mezclaron con sudor y con sangre
Y se reprodujeron.
Y se fueron regalando la indiferencia,
La mentira, las malas palabras y,
Ahora, a la noche, el cruento abandono.
Y no estuve de acuerdo.
Y los hombres decidieron organizarse
Y formaron sociedades
Y los hábiles en el arte de la retórica,
Engañaron a los honrados iletrados
Y, con su repugnante poder,
Más tarde, a los honrados de letras.
Y rompieron reglas
Y se hicieron fuertes
Y crearon religiones
E hicieron la guerra.
Y no estuve de acuerdo.
Llegó la enfermedad a la casa de los justos
Y engulló sus pieles y masticó con saña
Sus vísceras.
Y se negoció con sus curas y
Se mercadeó con sus causas.
Y no estuve de acuerdo.
Y se hizo la oscuridad

 Y el error fue ley.
Y nos pusimos de acuerdo.
 
 

Insaciable él

El deseo no tiene más opción que la muerte:

Ahogado en la garganta,

enquistado como posibilidad

O sucumbido en la piel

como placer insuficiente.



Y eso todas las veces.

Y a pesar de ello,

brota otra vez.


No existe más hábil superviviente

Ni más efímera vida a la vez.


Desear es sólo pronunciar lo que no se tiene;

Hacerlo palabra, ya es sentirlo fenecer.


Deseo con todas mi fuerzas sea lluvia la tarde,

Más si mojan sus gotas,

Codicio seca mi piel.


¿Qué es el hombre?

Motor de deseo

¿Sus motivos?

Insaciable él.

 

 

 


Con verdad en mis talones, camino

y el viento regresa a ser conmigo

feligrés cómplice y travieso

de comienzos que llegarán

y que intuyo.

(Gérmenes encima de mis pestañas)

La eventualidad no es más

que ese dulzón mejunje

de mis quimeras dispuestas

en fila de a dos cada viernes.

Se hace grande la aventura,

mientras ésta, que soy yo,

está durmiendo

y, al despertar,

a la mañana,

se hacen verdad dura y prieta.

Todas mis cosas tuyas.

Ésta que es mi mano

y es tuya,

estos ojos que miran

y te ven.

Estos labios que no son

más que tus besos,

este tacto que sólo

entiende tu piel.

Bajado el gesto,

me exceden los motivos

y sin respuestas

comienzo a comprender

porqué de nuevo es mío

todo esto que era tuyo

¿Por qué entre mis manos

aquello que te legué?