De los alfileres que tú y yo hemos engullido, rescato los de la locura, los que nos hicieron aullar de dolor por amarnos, los que agujerearon tus muñecas y los que pernoctan aún en mi garganta.

Colecciono amaneceres ebrios de tristeza, observando cómo se llevaba el alba nuestras esperanzas, prendidas del oxígeno del día que nacía, agónicas ellas en su existencia de plomo, con todo el peso del fracaso y del reintento. Con la música triste que se extingue, cargado de sinsabores su regazo.

Pero al fondo, muy al fondo en mis pupilas, retengo una imagen aún más viva que los grises. Un a pesar de todo, un y sin embargo, dos manos que se estrechan y se buscan, incluso después de haber perdido todas las batallas.