"Asistí a cada una de las misas, comulgué todas la veces. Y me arrodillé entonando el mea culpa. Yo que había quemado, mucho antes, todos los templos, todas las liturgias y envenenado a todos los predicadores".

Hoy las tiendas están blindadas y a mí, que no me han otorgado ni el derecho a la penitencia, me toca el paseo amargo, la expulsión de lo que todos los demás comentan que es el edén. No me importa demasiado la polvareda que ando levantando en mi tránsito al afuera. Hay miradas, sonrisas y leo miedo en las autoridades.

Está bien, me marcho. Abandono la humedad para hacerme desierto y en mi mutación, crezco, aunque sé que los próximos siglos serán el infierno, confieso que el cielo tampoco me ha sido especialmente cálido, y eso que lo cierto es que allí cada día amanece. Juro que es sólo un engaño para agotar el envase de la fe, para apurar hasta la última gota.

No hay que creer en todo. Los cuentos que les narran a los niños les van entrenando para confiar porque, en realidad, la naturaleza es descreída e intuye desde los primeros pasos el atrezzo dispuesto para la supervivencia, más es necesario sobrevivir y, por ello, creemos, creemos todo, a todos y todas las veces. Por vivir: camino de oraciones que llevan a la nada, a la muerte, a la falta de fe.

Hoy me ha enseñado una foto y me ha preguntado qué veo, he tenido que mentir e indicar que veo una bella imagen, pero lo cierto es que veo la esencia de todas las cosas, retener aquello apenas imperceptible para el ojo humano, y alabar su poesía. Ese instante que nadie ha visto y, desde él, elaborar teoría.
Dar las gracias por estos alimentos que vamos a ingerir. Gracias por la imagen que nos hemos inventado. Gracias por la obra de nuestra creación/creencia.
Creo (de nuevo) casi con seguridad que me ha creído (de nuevo) y le ha agradado mi respuesta. Hoy dormirá bien, así mañana se levantará creyente y expectante. Bendita su fe.

Tras transitar el núcleo, rodeados de siervos, el fervor ha alimentado nuestros huesos, porque si ellos pueden vivir del holograma, nosotros sabremos hacerlo, no somos ni más ni menos receptivos a la santa Biblia, sólo es que hemos tropezado con las piernas cruzadas de los acomodados que se sienten libres y privilegiados y el golpetazo nos ha hecho pararnos a pensar en la incomodidad del ademán y en que el tiempo les conducirá, inevitablemente, a cambiar la postura.

En los “jardinillos” ha empezado a llover y ya no había tarde, era invierno ¿Y ahora qué?