- Algunos lunes -

Hoy que me he puesto en venta por doscientos gramos de frescura y que, en aquella esquina, me he apareado con los apetitos y he conseguido despilfarrar todas las dudas en la única empresa de resolverme en cómo me coloco el pelo.

Hoy que corría el aire y alzaba las faldas y el lunes era ágil y risueño; que retozaban las gentes y se fusilaban por pares con piropos y guiños, como si en todos los dedos gordos se celebrara una fiesta.

Hoy las mentiras corrían despavoridas por las calles, huyendo del tiempo que todo lo hilvana con sus hilos de evidencia.

Las palabras inurbanas venían colocando sobre su frente la visera del adiestramiento, temerosas de que el sol las descompusiera y de que los viandantes no tuvieran más remedio que salvaguardar su nariz con los dedos, torcidos del asco.

Hoy los chismes, las calumnias, las deslealtades y mis tristezas, cogidas de la mano y con más miedo que vergüenza
que nunca la conocieron- salían al exilio, señaladas por el dedo índice del juicio y, en su carrera, se giraban a mirarme sabiendo, por vez primera, que jamás me han alcanzado del todo. Y lo que es peor, que nunca fui suya.

Estas obras que se están engendrando en mi vientre, levantan mucho polvo.
Algunos días, emanan vapores pestilentes que desmerecen la vida por las aceras. Otros, como este lunes, hacen barrido general y la tarde suele quedarse, tras el sacrificio, diáfana y bella.