Un guiño a los guiñoles




Retablillo de Don Cristóbal


Farsa para guiñol, 1931

(Inicio del prólogo hablado)

Señoras y Señores:
El poeta que ha interpretado y recogido de labios populares esta farsa de guiñol tiene la evidencia de que el público culto de esta tarde sabrá recoger, con inteligencia y corazón limpio, el delicioso y duro lenguaje de los muñecos.


Todo el guiñol popular tiene este ritmo, esta fantasía y esta encantadora libertad que el poeta ha conservado en el diálogo.





Últimamente he pasado demasiado tiempo intentado huir de mi soledad, con lo bien que me siento compartiendo cualquier cosa con ella. Soledad y letras. Y noches como ésta, en las que tengo pedacitos de la tarde en los ojos, a modo de mosaico, y los tengo que escudriñar. Ojos de mosca.

Siempre pensé que la gente comenzaba a hacer según que cosas cuando les alcanzaba el aburrimiento, cuando su adentro se quedaba seco y las ganas de viajar y experimentar y romperse la crisma se iban por donde habían llegado y, entonces, sentía nauseas; nauseas por las cosas que hacían después y nauseas por esa gente. Y hoy, ya ves, en un rincón, palpando el terciopelo, con un pitillo, con la piel lavada y la seguridad capitaneándome el tiempo, entendí que hay que ser un verdadero gilipollas para llamar vivir a romperse la crisma. Y, personalmente, opino que no existen tantos gilipollas. Diseccionemos, por favor. Seamos hábiles.

 Hoy no creo tanto en los antihéroes esos de papel de fumar que consideran elección a su pobre dieta. Algo así como yo no me afeito porque soy un libertario. Bueno, no sé, tal vez si  charláramos en pijama o si te me confesaras bajo un poder hipnótico esa no sería la respuesta; es más, es probable que no te afeites para que no se te vea  la cara. Tal vez tengas pústulas o simplemente tu cara de luna llena te aberre sobremanera.  Pero abandonemos a este tipo barbudo. Sí, déjemosle aquí en pijama, lloriqueando como una nenita y confesándose. Pobriño. Bajemos el telón y démosle un poco de intimidad. (Venga hombre, no llores. Para tu próxima personalidad, pídete la del hombre araña)

 

Yo aquí venía a hablar de otra cosa, la maraña de la relatividad. El decir digo donde dije diego –que está, aunque no lo parezca, íntimamente ligada con los gilipollas-

Hoy aprecié evolución en mí. Oh, sí (y mientras lo escribo sonrío) porque no todo el mundo evoluciona, no todo el mundo se corrige a sí mismo y no todo el mundo –desgraciadamente- podría entrar en una acalorada discusión con su yo de hace cuatro años, mientras otros se oponen radicalmente a sí mimos en apenas quince minutos. No me estoy refiriendo a las circunstancias, que vaya si pesan, si no a ese algo dentro que debe ser la identidad, el poso, la personalidad, la esencia de cada uno. Esta transformación, afortunadamente, no sucede de un jueves para un sábado, lo que produciría una terrible disonancia cognitiva, aunque aprovecho para comentar, en este renglón madre, que en ocasiones esto sucede y sépase que, en ese caso, está usted ante un gilipollas.


Hoy he tenido que defender ante una cotorra de ademanes aparentemente seguros –una tarea que, en un principio se me antojaba tediosa, ha resultado ser indecentemente divertida- la forma de vida (que la cotorra denominaba tradicional) de otra persona. Cacareaba mucho y se jactaba de ser muy libre, agitadora. Osea, diferente. Pero el caso es que eso ha durado aproximadamente diez aburridos minutos porque finalmente asediada por los por qués, las preguntas acerca de su estilo de vida, de su ‘elección’ ha empezado a titubear y ha acabado casi confesando que no es tanto un alma libre como una pobre que no folla (con perdón) y que se muere de ganas por tener dos gatos y un precioso bebé y llevarle la cena a un marido soporífero.

Lo peor de todo ha sido mi reacción que, una vez la vi acorralada, me embargó un pegajoso sentimiento de lástima, cambié de tema y me puse a alabar su profesión, aburrida y burocrática donde las haya, con un una destreza y una pantomima que me ha producido un terrible rechazo de mí misma y de mi acelerado discurso chocante y de cartón piedra. Me he ido al baño a despejarme y sus monosílabos creo que también han descansado.

En fin, que vaya baile de máscaras. Qué falta de autenticidad la que nos rodea (y vaya ristra de mentiras para compensar que le he soltado). Vamos, que me quedo con Ofelia o con Desdémona que no tenían responsabilidad alguna en ser simples personajes.