El entusiasmo, me dijo. He perdido el entusiasmo y sé que se me cayó un día cuando trataban de arrebatarme un sueño.  No puede andar muy lejos,  comentaba mientras miraba al suelo; abría y cerraba su bolso y se secaba el sudor de la frente.

“Mujer, ¿estás segura?”, le pregunté intentando recuperar su calma.

Y, torciendo el gesto, se quejaba: ¿Qué insinúas? ¿Acaso crees que es posible tener dudas acerca de ello? Y continuó: además es que le oí caer con un sonido sordo y contundente y, desde entonces, ando como flotando, nada merece realmente la pena. Debe andar por aquí, maldita sea, dónde se me habrá caído.

Ahora cuentan que camina por la vida con una única idea, encontrarlo. Lo busca en la calle de los amores , en el paseo de las letras, y en el parque del deseo.