Guirlache





Los ojos del gato
se han metido en mi vientre.
Y brillan en la oscuridad,
iluminando mi hambre.
Así, acierto a reconocerme
como mujer hambrienta pero juiciosa.
Pido para que sus aullidos
sigan despertándome a la noche,
para que no me acostumbre a la falta.
Y así, todos los días, de un salto,
encaramarme de nuevo en el clamor,
rota pero consciente.