Todo era lo mismo
pedirte lo que yo sí ofrezco.
Lo mismo en pequeñito,
en susurro.
Como la gota de agua es idéntica al océano.
Dime esto,
sólo esto que yo te digo que me digas
porque necesito
que me necesites.
Eso justo.

Tan sólo es mendigar,
asequible como el niño
de cinco años que levanta la cabeza,
mira al adulto
y sabe que está en sus manos.

Este eco sólo repite un sonido
que rebota.
Y yo que reboto desde mi hígado,
desde mis entrañas
y choco contra tu ausencia,
contra tu nuca.

Todo era lo mismo,
el abrazo era lo mismo que la queja.
Todo igual,
repetido.
Era mi pena y tu ausencia.
Todo lo mismo,
como la gota de agua es idéntica
al océano.

Te miraba tímida pero te citaba

de pie y más soberbia que  nunca

 te rogaba de rodillas.

Te di la espalda

te confundí hablándote en plata

te

tarareaba no me seas tan niño

tan

 imberbe en ese pozo de tu miedo.

Pero tú

 no te lo aprendes

y yo

 no te lo digo.

 

Hoy he paseado la calle de tu árbol

y me he sentado a fumar en aquella escalera

he leído un poema

se me ha caído tu nombre

he mirado al sol y luego

me he hecho pequeñita

bajando la cuesta.