Noviembre siempre fue pájaro devorado por el maíz


No importa si las palabras rebotan y se te vuelven contra la boca, como a veces pasa cuando hablas demasiado, aunque nunca se habla demasiado,  sólo se puede pecar de hablar demasiado a alguien. Tampoco importa si esta tarde escribía a los márgenes para tratar de explicarme a mí misma la lengua romance, o esa anonimia que acabó metiéndose dentro de mí y me hacía extranjera en medio de esas mesas. Lleno mi cabeza de literatura, y mi estómago está cada vez más vacío, y qué importa. No es importante que los relojes sobrevuelen mi pelo, aunque los haya encerrado con cuatro vueltas de llave, ni que hoy me haya despertado y yo no estuviera; que haya descubierto que me marché esta madrugada. No importa. Importa que sé que tengo la capacidad de amar y por eso sé que estoy viva y que en verano no sentía tanto frío. Importa que sabes que la vida debe ser apasionante, cuando como una autómata te sientas a esperarla entre las letras.

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Se pide la voluntad.