El justo medio

Va a llegar cuando lo admitas, cuando comprendas que uno no puede dispersarse cuando apenas ha nacido la mañana de ese día y tengo aún el pelo revuelto, los labios calientes y los ojos incendiarios y volados.

(Sentarse a escribir, esa agonía de dar nombre a aquello con lo que no nos conformamos y cercar las pulsiones y hacer un mapa con la obscena mueca de lo que nos rodea. 
Sentarse a escribir, esa terapia para intentar comprender esa maraña con el vehículo de la lucidez y el de la saliva. Por eso, cargada de rabia y pidiendo explicaciones, me siento en el suelo e introduzco mis manos en la arena que me entierra los pies y escarbo buscando las palabras, esos seres escondidos y mal colocados, conformando el caos. Así, una a una, las dispongo en fila y las quito el polvo, agitándolas para sacudirlas la pose. La verdad está ahí y no vale dudarla, no sirve llamarla por otro nombre y hacerla esperar en la antesala del antojo).

¿Cómo andas aún entero? No se puede salir con la escopeta a recibir al amor sólo porque regresa, ni enviarle a la tenebrosidad del bosque porque a otro hayas nombrado sucesor.

(El vértigo fue primero. Tristeza, después. Hieratismo, luego. El vértigo del abismo, ocupando ahora toda la población de antes, aún humean sus calles y los gritos que dan paso a quedados sollozos, abatidas quejas. La misa, más tarde. La muerte, finalmente.

Pero el lápiz siempre es luminescente, en el lápiz no se albergan las mentiras si no son para garabatear cuentos y "Érase  una vez..." se va conformando la historia. El sol sale, la escena del fondo se agranda y allá estás tú y allí yo, mira. Se focaliza la aventura y se cubre de poemas, notas, grafías, relatos. El libro se cierra)

El calendario se ha hecho cenizas y en el vientre tengo un agujero del tamaño de mi ira.
No queda tiempo. Me traspasas.

Ochún

Tú que eres veleidosa,
que tienes siete vuelos y la prisa
de beberte cada rincón encendido
y una cabeza brillante.

Golosa de bollo y mieles,
aladid de mil ejércitos,
madre de las madres de mi madre,
hija de los verbos entendidos.

 A ti, luz, amiga bella,
hermana que empujas mis empeños
e interpretas mi lengua como nadie
y me besas mejor que ellos.

A ti, alegría, la música
y todos
los secretos que yo guardo
en esta caja.

A ti, compañera, mi camino.
A ti,
MUJER,
esta danza.

Ashé

Como acostumbra a decir mi madre: se te  hizo tarde.

Los sábados son el centro justo. Tantas cosas que decidí un sábado. Suelen tener una luz especial y, en la mañana, más sobriedad que el viernes y, siempre, esos mapas llenos de accidentes para luego.

Este sábado mis piernas me traen de un huerto bendecido con el don de la belleza

     Y sin embargo

 Ese huerto lleno de plantas, nuevos olores y surcos llenos de palabras, no consiguieron embriagarme de sueños.

 Escapé.

 Soy la hortelana del viento.
Y más de mi pobre col plantada en el medio. Más de luz y de agua que de promesas de rizadas hojas.

 Soy más de lo salvaje que de lo bien dispuesto.

 Ay de aquél, que está de espaldas.

        Gira
        Siembra
        Brota
        Muere.


Ay, llegas tarde, jardinero.


"La historia son las mentiras que cuentan los vencedores y las mentiras que se cuentan los vencidos"

Hay ausencias que llenan más que
el pan nuestro de cada día.

 Necesidades más necesarias
por ser
que de ser cubiertas.

 Personas que te dejan y te llevan
a todas partes.

Vacíos que te colman
de belleza.

Homero ciego/ sol negro

Yo quería hacer tuyo mi arte para andar descalza y enseñarte a dormir la siesta entre las flores.
Te había hecho de paja y de barro y te levantaba la frente para que pudieras ver el sol.

Yo te había enseñado a beber de la luna llena cada veintiocho días y te había contado al oído que yo era hija de mi abuela y que sabía coser harapos hasta convertirlos en seda.

Pero hoy es lunes y nada sirve.
Ni mi desnudez ni este caminar sencillo, ni tu laberinto enredándome el ombligo ni aquel nudo que hiciste en mi garganta ni esta ceguera mía por esos ojos ajenos que tú tienes.

Hoy es lunes y estás muerto, y yo te velo ausente y resignada.
No soy más nombre en tu nombre ni vela apunto de alumbrar los signos de las piedras para conocer los misterios de esta gruta.

Ya no hay pan.

Temo que no hay credos.

No, cierto, no los hubo.

Moría de hambre. Ahora lo recuerdo.