Compendium

Palabras laboriosas, que trajináis agitándolo todo, con el verbo entregado y diligente, hágase vuestra luz.

Decid mi historia del único modo que existe, a través de mi lengua, del saber y del poder que acumulo en mis bolsillos.

Yo os nombro,
os designo,
os denomino,
os señalo.

Yo os llamo a esta misa,
a mi misa.

La historia sea con v(n)osotras:



 Al principio era el verbo
y el verbo era yo
y el verbo estaba conmigo.

 Este era en el principio conmigo.

En mí estaba la vida,
y la vida
era la luz de esos hombres.

 La luz siempre en las tinieblas resplandece;
 Más, sus tinieblas,
 no lo comprendieron.

 Y esos hombres sofocaron el fuego
en el cual yo danzaba.
Provocaron tormentas
y asustaron a todos los animales.

 Sequé a golpe de furia
 cada charco,
y salí a buscar, con paciencia,
a todas las manadas.

 Pero hay quienes no hallan
qué es la luz
porque las negrura
les amparan confundidos.

 Así, los confusos,
 talaron los árboles
 y llenaron de basura
 la orilla de mi río.

Quise comprender sus penas
y di a luz
más bosques.
Y sembré los márgenes del arroyo
 de flores silvestres.

Pero la espesura
no es
en el derramamiento.
Jamás podrá serlo.

Ni mi selva habla lenguas muertas
ni alcanzo un verano frío.


Ahora
en el final es el verbo
y el verbo
ha decidido

    habitar conmigo.