A veces te veo haciendo "cucús-trastrás" al otro lado de la pantalla del ordenador. Tan pequeño como yo te recogía en mis brazos, y me parece que me miras pidiéndome que te aúpe.

 Enfurruñado. Y tan bello.

Sonrío sin caber apenas en el pecho.

Cuando lanzo los brazos hacia ti, pequeña figurita, comprendo que sólo eres un espejismo que esta mañana ha venido a visitarme; entonces recuerdo que hace unos meses emigraste lejos, buscando tierras más cálidas.