Ni tus dimes ni mis diretes

Se te olvidan las tildes
y se te olvida la coma del vocativo que me corresponde.
Y yo hago virguerías con las tijeras
de costurera de mi madre contra
los verbos pasados, caducos.
Los coso, así, con pedazos de lozanía,
recorto esto de aquí y zurzo aquello de allá.
Sonrío.

Ahora sí,
ahora leo lo que quiero.
Ahora leo lo que sueño.
E incluso tengo el descaro de una respuesta hilarante
y este soliloquio presumido,
acerca de si este amor es así
o es asao,
y que qué tonterías dices.
¡Me opongo!

Después da igual la respuesta,
también daría igual que no la hubiera
porque en mi pecho todo este montón de nada
sigue siendo lo nuestro.