Todo lo demás no importa, me digo. Nada más importa y además
lo creo. Sólo pesa este líquido amniótico en el que nado y media docena de
historias que me cuento. Lo de afuera no manda, lo que me insinúan pierde su
valía en el eco de la oquedad en la que respiro. Soy ese hueco que queda entre
el mundo hostil y la inconsciencia. No tengo más pasaporte, ni sé respirar por
otro orificio. Nado en todas las sopas. Y me agarro a todas las cornisas.
Hay un sol en mi ombligo solo porque afuera diluvia los
martes, los jueves, los sábados y el primer, tercer, quinto y séptimo día de la
semana.
A veces quiero escaparme de esta ciudad que me conforma,
invento neologismos y me adapto al invierno.
No sirve. No sirvo para esto. Y vuelvo al sol de mi ombligo.
Y me cuento un cuento. Y cierro los ojos. Y me tapo fuerte los oídos. Me
convierto en polisíndeton. Y líquido amniótico. Y hueco.
(Henri Matisse)