Soy un fantasma

(Menos mal que  aún me obsesiono con algunas cosas y soy algo más que simplemente lo que esta rendija sistema exhala por la boca y vuelve a recoger por la nariz; como soy una inadaptada, resbalo por su barbilla y voy a romperme los dientes justo al lado de su clavícula.)


Cómo me gusta esta extraña alegría que me emborracha algunas mañanas, que no sé de qué depende ni por qué me hace tan feliz. Si el día, mi cuerpo -y sobre todo, mi psique- amanecen así, poco importan los pasillos metálicos del metro, sus diminutas figuritas grises sin rostro que lo recorren con malhumor, ni que aquel machito apoyado en la barra del bar me haya lamido entera y me haya dejado llena de babas, ni que no sepa muy bien si lo que me dispongo a hacer me gusta o no. Ni que haya más ruido que musica, ni más críticas que sexo.


(Me elevo como un globo.)


La semiótica de tus ojos aprendida al milímetro.
La grafía de tus besos bordeando mis caderas
y mis muslos.
Leerte(me) en las líneas de tu mano, mientras tú
tomas café con alguna otra persona.
Te clavo mi mirada aguja desde la esquina sucia de los aseos
y empiezas a respirar con dificultad.
Soy un fantasma.

Hoy tú y yo abríamos a la vez, por pura inercia, el mismo periódico,
por la misma página.
Verbo tú; y yo, tinta.
Tilde tú; y yo, alófono,
hacemos el amor en la página de política.

Soplas mi pelo mientras subo los peldaños de la programación
y, cuando llego al chiste gráfico, ya estoy completamente enamorada de ti.
Me siento a mirarte en el editorial: eres tú.

Me has visto en la esquina sucia de los aseos.
Tomas café con alguna otra persona.

Soy un fantasma.