Demasiado tiempo sin escribir,
las teclas no me reconocen. Al tocarlas un sonido hueco se interpone entre nuestra
química; ajenas, no recuerdan aquel ritmo que antiguamente nos nombraba. Sé que,
si vuelvo a ganármelas con caricias, volverán a amarme. Mientras tanto me
disculpo hablándolas de mi ausencia, dónde he estado, con qué otras lecturas
les he sido infiel, qué lugares traigo en mis retinas para que ellas puedan
describirlos.
Les vengo hablando del árbol del
té en contradictorias bondades: su pureza y mis quemaduras para que comprendan esa
necesidad que tengo respirar a veces, aún a sabiendas de cuánto me mata el
oxígeno que meto en mi cuerpo para entender la vida. Ellas ya me conocen.
Es sábado y estoy dolida por una
herida ajena, una pena terca de otro que quisiera sanar con la completa
conciencia de que no voy a conseguirlo. Es una cicatriz que me pilla lejos, al
otro lado de un muro de hormigón, instalada en un patio helado y mohoso. Saltar
el muro sería de una insubordinación imperdonable, porque el dueño de ese dolor
no quiere que franquee la muralla y, sin embargo, me muestra sus pequeñas
llagas de ese modo tan obsceno y recatado a la vez.
Sana, le digo. Sana.
Decir que quiero aliviarle de un
modo altruista sería faltar a la verdad, lo cierto que es que tengo la casi
completa seguridad de que en el centro de ese patio ruginoso puedo ser feliz,
juraría que allí mismo ha brotado una higuera que lo embriaga todo con mi olor
preferido y solo allí sería capaz de volver a mi yo niña, a esa pureza venenosa
del árbol del té, esa paradójica verdad que empapa todo lo que tiene sentido.
Franqueando ese muro yo podría
dejar que el sol entrase en el patio, aliviando esa oscuridad. Y, mientras
soplo las lesiones, sentarme bajo el árbol y comer de esos frutos que,
abiertos, son la ventana a la vida. Allí mismo habrá un pozo, solo habría que
buscarlo y hacer uso de él para regar todo aquello que pida agua. Yo beberé
agua. Él beberá agua.
Sana, le digo. Sana.
Así, sin muro, su herida será mía,
su higuera será mía. Y el sol para ambos.
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Se pide la voluntad.