Atrancar. Actividad para la pasividad.

Cierro la puerta. La de fuera. La que bloquea el acceso a mi lugar ahora, a esta metálica habitación.
Y cierro la puerta. La de dentro. La que aísla mis vísceras del histérico alrededor.

Y luego, me digo, que hoy no quiero aspirar, elaborar, digerir y luego escupir pedazos plúmbeos que revuelven mis tripas. Y no, tampoco quiero olisquear aromas prometedores, revolver sus nutrientes con mis entrañas y engatusar con ellos a mis carencias.

Tanto deber despedaza. Actividad que, tanto da vida, como mata. Oxigena pero oxida.

Hoy me quedo escuchándome respirar, jugueteando con mis uñas y recreándome con la idea de que mi cuerpo ocupa un lugar en el espacio. Total, lo de fuera hiere, ejerzamos la chulería por dentro.