(Lo ideal es caminar con los pies descalzos,
hacerte callo con la ayuda de las chinitas del camino y no tener miedo nunca a
perder los zapatos.)
Da
igual qué mes es hoy, da igual el día. Es una mañana cualquiera de un día
cualquiera de una semana cualquiera de un mes cualquiera de cualquier año. Es
una situación cualquiera de una persona cualquiera, cuales quiera que sean sus
circunstancias.
Es una
verdad aviesa que puede ser mía, puede ser tuya o tal vez sea compartida por
todos los mortales. Yo soy mortal, aquél lo es y todo lo que (no) tenemos
vendrá algún día a llevárselo ella.
Todo le pertenece y de nada vale que tú patalees y muestres tu queja con furia
o con el disgusto no contenido de una niña pequeña.
Claudicas.
Y sabes que, durante un tiempo, estarás adormecida por el dolor y que a pesar
de ensalivar tu herida, ésta necesita el tiempo que necesita para desaparecer.
Lo
sabes tú.
Nada de
esto te sirve.
Lo
ignoras todo.
Sólo te
reconoces en lo arrebatado. Sólo crees ser todo aquello que te han quitado.
Una
mañana cualquiera de un día cualquiera, cualquiera que sea el que pasa por
esto, se levanta un día, busca su cicatriz y se enfada porque casi se encuentra
borrada.
La
necesita porque se reconoce como sujeto por ella.
No
está.
La
quieres.
Lo ignoras
todo, excepto que hasta ayer eras esa persona cualquiera que tenía una queja.
No
encuentras lo que te han quitado. Eres cualquier cosa excepto esa cicatriz que
olfateas pero que el tiempo, vencedor, ha borrado.