Arrojar al fuego lo ayer sentido,

despojar de las pieles tactos apagados,

hacer limpieza de versos moribundos,

calentar café de recuelo con finales

y beberlo despacio, acatando la purga.



Sentarse luego en el filo del olvido,

descolgar las piernas y codiciar su efluvio,

dejarte abrazar por él. Te ha elegido.

Abaratar la aflicción que no es más que un cuento.

Calcinar la hojarasca.

Buscar el verdor.

Necesarias vanidades



"Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves. Sólo en sueños, en la poesía, en el juego -encender una vela, andar con ella por el corredor- nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos."



Llámame vanidosa, si lo deseas
pero solicito:
Sentir que soy contigo uno sólo,
que es mi parte perdida
tu mapa de los lunes;

que mis sueños inquietantes
no son más que humo

porque tú,
con tus dedos,
y un simple chasquido
vas a hacerlos desaparecer
del bosque de mi angustia.

Que este frío es pasajero
porque en el hueco de tu pecho
vas a recogerme luego.
Que no habrá inviernos
porque tú,
siempre,
vas a traerme flores
recién cortadas.


 
Que sólo elegiremos
de las palabras, aquellas
que aman y protegen
y alguna que otra
que aconseja y
que comprende.

Que no hay miedo
porque tus dedos,
enlazados a los míos,
son muralla.

Y, a cambio, prometo
Dár(te)me
entera yo,
y talar todos mis remilgos
para que, pedirte algo,
sea tan sólo una excusa
para ser tuya.





Porque tú, porque tú, porque tú. ¿Qué somos sin tú? Somos yo