Vértigo I


Creo que me debí dejar la cabeza dentro de algún sombrero. De pequeña me enseñaron el arte de la levitación sobre el suelo. También me enseñaron a odiar. Pero, sobre todo, me enseñaron a jugar a la luz de la tarde con las sombras de la pared y un quinqué. Qué serán ahora las sombras, qué será el quinqué.

Una grita desde el vientre y exige ¡Nace! Y lo que llegan son confetis que dejan las calles perdidas y que no son papel ni  son fiesta. Con mi quinqué me dedico a quemar yo ahora los confetis;  qué otra cosa podría hacer si una grita desde el vientre y suplica ¡Hazte piel! Y se asoma lo pálido, lo sin pulso. La muerte.

Mi abuela lo tenía claro y yo no quise escuchar cuál era el truco para hacer la sopa en el justo medio. Me dedicaba a recortar con la cabeza inclinada. No la escuchaba. Y hoy grité desde el vientre y dije ¡Sopa! Y se encendió el quinqué.