"Me volví otro. Traté de releer los clásicos que me orientaron en la adolescencia, y no pude con ellos. Me sumergí en las letras románticas que repudié cuando mi madre quiso imponérmelas con mano dura, y por ellas tomé conciencia de que la fuerza invencible que ha impulsado al mundo no son los amores felices sino los contrariados. Cuando mis gustos en música hicieron crisis me descubrí atrasado y viejo, y abrí mi corazón a las delicias del azar.

Me pregunto cómo pude sucumbir en este vértigo perpetuo que yo mismo provocaba y temía. Flotaba entre nubes erráticas y hablaba conmigo mismo ante el espejo con la vana ilusión de averiguar quién soy. Era tal mi desvarío, que en una manifestación estudiantil con piedras y botellas, tuve que sacar fuerzas de flaqueza para no ponerme al frente con un letrero que consagrara mi verdad: Estoy loco de amor…”

 (Memoria de mis putas tristes. Gabriel García Márquez)




Estoy en un claro proceso de transmutación

Me vuelo como las hojas de un parque

Voy ligera, obvio el ruido

Intuyo como respiran los muebles

Sé lo que provoco a mi espalda

Y sé lo que aquello que apenas vislumbro

Me provoca.

Muto

¿Pero hacia dónde?

Las escaleras resultan caminos

Todo esto forma parte de un plan

Me dejo hacer

Me libero de ese miedo de antes.

Varío

¿Pero cómo?

Roto como rota la tierra

Y me embadurno de todo

Consiento la mácula sin apenas una queja.

Dejo de pensar y salgo al frío

Y lo contemplo

Y lo entiendo.

Me abrigo con su violencia porque sé

Que llega.

¿Pero qué llega?

Mis manos ágiles no hacen preguntas

Crean

Arden

Hablan en gestos, livianas

Y yo simplemente

Contemplo consternada tanta

Elocuencia.

Estoy expectante, me temo que llego

¿Pero quién llega?

Deconstruir las ruinas


Algún día al abrir una puerta escucharás mi risa

Y querrás mudarte de casa.

O, tal vez yo, una noche

Cuando me vaya a dormir pueda oírte

Respirar

Y, entonces, me vuelva una insomne crónica.

Un verano desenterrarás mi caja de lamentos

Y te llegará mi brisa más que la brisa

Del mar que tienes enfrente.

Y esa misma tarde yo,

Mientras ordeno papeles

Tal vez

Encuentre tus faltas de ortografía

Y no pueda

Volver a firmar un poema.

En mi bolso pesa mucho

Una canción en arameo.

Es tuya

Y no deja de ser mía.

Y en tu frente hay un jardín

Seco y marchito

De mis verdes y no eres

capaz de

Sacarlo de ninguna de tus ventanas.

Porque hubo una vez que

Tú y yo

 tuvimos un huerto

Y conseguimos

Que nunca más diera frutos.

Y así

Firmamos un contrato de por muerte

Que habita todas las esquinas.

 

Lo que tú digas :)


Eres letalmente bonita, palabra.

Cualquiera que seas si los ojos cierro

Y trazas en mis labios ese semicírculo

De herradura de plata que mira hacia el cielo.

 
"Escribir pese a todo, pese a la desesperación"   Marguerite Duras.

"Escribir es la manera más profunda de leer la vida"   Francisco Umbral.

"Las palabras constituyen la droga más potente que ha inventado la humanidad"  Rudyard Kipling.

("Si un escritor se enamora de ti, nunca morirás")



Ella siempre quiso ir a Berlín. Una vez hubo conocido la ciudad, empezó a fantasear con alguna coordenada imposible para poder ser feliz por ser incompleta, del mismo modo que nunca se compró una boina verde botella porque era el color ideal para una boina y, por tanto, no debía existir entre sus manos, si quería seguir siendo la dueña de ese fútil ensueño.

Siempre quiso concebir hijos, numerosos hijos que fueran su orgullo y llenaran su vida de ruido; su vida tan acostumbrada al silencio. Pero su vientre nació seco como el barro, incapaz de hacer brotar ninguna vida. Al principio le echó la culpa a sus amantes; más tarde, a alguna clase de divinidad enfadada: de pequeña se había tocado con su primo, primero curioseando, después, varias veces y sin arrepentimiento. La culpa sólo emergía tras los espasmos del clímax para olvidarla después y repetir tantas veces como la naturaleza se lo permitió, hasta que la pubertad resultó descarada y el pudor puso punto y final a esa práctica.

 Colmó su instinto maternal creando historias: parió piratas de mares innombrables, niños recién escapados del reformatorio, poetas ahogados en alcohol, chamanes de tribus de África.
Escribió para dar luz, para alumbrar la vida.

Solía repetir que cada uno tiene un motivo para hacer las cosas que hace. Decía que hay cosas que se hacen por inercia, otras porque te las han enseñado, cosas que se llevan a cabo porque deseas matarte y algunas porque amas. Ella amaba sin duda al hijo no nacido, a la niña no parida, a la quimera de sus pechos rebosantes de leche.

Tengo una cicatriz que tiene forma de ojo

Tengo una cicatriz en la rodilla
En la que tú nunca has reparado.
Yo no soy más que esa cicatriz
Y esa cicatriz no es más que yo.
Por eso, cuando amo a alguien,
Suelo mostrársela:
"Mira, tiene forma de ojo."

Me hubiera gustado que alguna vez
Hubieras levantado mi pelo
Y hubieras besado mi nuca
Porque mi nuca son mis mieles
Y allí guardo todas las penas
Y todas las caricias con la vida.

Me sentaba ante ti y sútilmente
Te mostraba mi rodilla
O me colocaba el cabello hacia un lado
Intentando vanamente seducirte
Con mi cicatriz y mis penas.

 Pero habitamos
Planetas
Desemejantes.


UNA DAMISELA ES MUCHO MÁS QUE UNA DAMA


 Cuando la conocí, ella estaba en crisis. Cuando llegó a mi vida, mi crisis tenía las fauces enormes y unos dientes afilados que me desgarraban la piel. Y aún entonces era tierna y no bebía del cinismo ni todavía hacía humor con el desencanto.

El drama sólo era drama y las palabras insuficientes. Había dejado de escribir, en esa fase en la que los papeles que emborronas empiezan a parecerte demasiado edulcorados y entiendes que tu hambre es hambre de sangre y no de mariposas de nube de azúcar. Esa fase en la que no deseas explicar que llueve y lloras, pero te encantaría contar que hay gente que te parece pusilánime, que una mano colectiva te estrangula el cuello, que no te sientes feliz bebiendo hasta vomitar y que los porros de las fiestas te ponen muy triste. Que has descubierto lo que es el “extrañamiento” de las piezas de tu engranaje.

Ella tenía nombre de diosa romana de la caza y la naturaleza, y ya había alcanzado el cinismo. Sacó lo que había dentro de mí burlándose un poco.

Ella me enseñó “Algún día aprenderás que tú no eres tan importante”.

 

Yo le enseñé que no había nadie más importante que ella.
 
 
 
 

Poesía



21 de marzo 2014

Día Mundial de la Poesía



Ay, esas maneras que tienes,
Poesía,
de ser ácrata, insobornable,
maga,
libre,
reincidente.

Disculpa,
sentencia,
culpable.

De escuela academicista,
bastarda con tanta madre,
divina de métrica rígida
y sin normas acentúales.

Santa impoluta y sin mancha,
charco colmado de barros,
sinsentidos elocuentes,
discursos contestatarios.

La luz
La vida
La muerte
Lo insurgente
El amor
Los deseos

Lo manifiesto
y
lo latente.



DOS QUE

 


(Debiste haber sido de usar y tirar, pero no lo lograste, váyase usted a saber porqué)


Mi nombre de dos sílabas,

nuestro adiós de dos sílabas,

mi pena de dos sílabas,

Ay, qué habrá sido de

nuestras dos sílabas, amor.

 

 
Era poesía despertarme confusa a tu lado
y recorrer descalza los pasillos de tu casa
y sentarme a esperar que tus ojos izaran
y a que el sol, entonces, amaneciese.

 También debe ser poesía
 y lo es, a su modo,
esta forma de desacostumbrarme a lo tuyo,
de desabrocharme de tus brazos,
de negarle a mis piernas tus caderas.

 O este ocupar con cualquier nadería
 todo este espacio
 y sonreír cercada y negando
 el frío que me tiene reclusa
pero extrañamente amainada.
Besos llueven de mi boca a la tuya
a cántaros de deseos, más inventados
que nuestros.
En el mar de tu saliva
nada mi cuerpo
y mi temor
en aquella tétrica idea de tu ausencia.

Eros porque eres


Mi líbido sólo tiene seis letras cuando ando enamorada

Y me hago primavera de los pies a los rizos

Y me confío al eros desde el amanecer a la noche.

Cuando me recorre una voz y me llena los poros.

 

El sol me quema entera cuando un nombre me alimenta

Y lo rumio al dormirme y lo nombro al nacerme,

Cuando unos ojos me brillan más que cualquier estrella,

Cuando miro una cara y veo a dios un instante.

 

La vida me recorre completa de sangre

Cuando cojo una mano y la siento caliente,

Cuando danzo en arpegios si camino la acera,

Cuando no entiendo más que morirme por verte.


 

Amargo verso

Hoy me desperté
con un poema agrio
instalado en el centro
de mi garganta.
Campaba a sus anchas
al abrir mis ojos,
se hizo fuerte
a media mañana.
Ni náuseas
ni lágrimas
ni un febril lápiz
han expulsado
este amargo verso
que me habitaba
en el centro mismo
de la garganta.
Duele y sollozo
por que muera en letras
pero en silente llanto
se me desagua.
Mientras no se comprenden las cosas, se sufre. Vivir es como leer un denso texto de filosofía lleno de florituras, de metáforas y de una jerga que nos es ajena. Es un viaje en busca de sentido; no entendemos la introducción si no es en el nudo, ni la trama si no es en el desenlace.

Sin embargo, a veces también la vida, como las palabras, da el giro apropiado y, sin apenas saberlo, nos da la luz como lo hacen los flexos que usamos en la oscuridad del cuarto.

Un par de palabras bien peinadas y acertadamente colocadas puede envolvernos de claridad. Así también, lloramos acontecimientos indeseables que, más tarde, reconoceremos necesarios y que acabarán resucitándonos, disolviendo el galimatías de un prólogo deforme.