No hay.

Guardo la ceremonia del desprecio,

Allá en aquella luz de esa alborada ventilada.

Y la prendo, a ratos sí a ratos no,

Sobre la esquina opuesta a mi cara,

Allí en ese lado de la almohada.

A veces los males son boletos

De ida sin vuelta a otros lugares,

Plazas donde uno se instruye en el arte

De hacerse su propio pan

Y en el ejercicio de escuchar

E interpretar la verdad de los sigilos

Y a sentirse alegremente acompañado

De esa dama desdentada y sombría

Que se llama soledad y está a tu lado.

De tus nones extraje, apenas sin sudor,

El germen de mis posibilidades,

Del mismo modo en que un día

Fuiste motor de mis bloqueos.

Se escapa tanto el misterio

De aquello, de lo perdido, de lo apreciado,

Que es un sinsentido tener miedo

De peces que se escurren entre los dedos

O de quedarnos callados

porque no hay mandato ni argumento

Ni en la lluvia ni en los claros.

Y no resolverás qué día

tus hombros estén mojados,

Ni mucho menos el tiempo

Que vive lo que has amado.



Pintura: Fernando Beorlegui Beguiristain.