¿Quién va a venir a recogerme el vientre? ¿Quién? Te estoy llamando. Es domingo y no llegas. Te hablo de mis ausencias y te enseño esa cicatriz enorme.  ¿Tú vas a recogerme el vientre? ¿Quién eres? Sólo necesito tu nombre para conjurarlo, las palabras son milagro, pero me falta una. Tu nombre. Dame un par de vocales y yo te llamaré cada madrugada.

Te estoy llamando. No llegas.


 

 

Azul


El azul siempre me ha perseguido. Olía el azul cuando aún no sabía pronunciarlo porque me sabía azul la tetina de mi biberón de vaso ancho. Eran azules mis temores de pequeña, esos que me hacían recorrer un pasillo largo y de goma, pidiendo por azul, que mis padres no me hubieran abandonado.

No sabía pintar sin azul con las ceras. Probé el azul mordiendo esas pinturas de guerra.

Morí azul decepcionada.

Fue azul mi primer amor, era tan azul que ambos convenimos que no podía ser de otro color y, junto al mar, me trenzaron el pelo con hilo azul.

Morí azul enamorada.

Mi pelo fue azul algunos años, mirado al trasluz en ángulo muerto. Bello azul. Azul terciopelo.

También tuve los dos ojos azules, a destiempo, pero azules. Azul por qué. Azul desvelo.

Azul palpitante, azul cadáver, azul en la llama de fuego. Azul helado.

Pienso en azul porque no hay remedio.
Y cuando fui feliz, fui azul.
Y cuando me mató la pena, era azul el cielo.