Ficción


"Si buscas la verdad, prepárate para lo inesperado, pues es difícil de encontrar y sorprendente cuando la encuentras"
HERÁCLITO.


Desde cachorros nos preparan para la certeza;  nos cuentan cuentos, de esos que tienen moraleja y te explican que si la mosca no hubiera sido tan imprudente no se habría quedado atrapada en la tela de la araña. Cuentos en los que ganan los buenos y demandan sensibles acciones para poder comer perdices; para ser felices. Pero lo cierto es que da igual el tipo de mosca que seas, porque casi siempre lo único importante es la araña y su habilidad tejiendo con esa boca babosa, lo mismo te dará tener una visión panorámica de ciento ochenta grados, de nada servirá tener un par de alas que te eleve del suelo. La tela de araña es algo con lo que no contamos, pero existe.

Dar a un botón y encender el pc, programar el GPS y recorrer el planeta, contar los sístoles y diástoles de nuestro corazón. Todo es posible excepto lo esencial: conocer la verdad que te rodea.

Uno se levanta y va al trabajo, para ello, sabe qué dirección tomar,  cómo llegar más rápido. Vuela mentalmente con los planes para el ocio. Sale del trabajo y elige sus rincones. Gasta lo que puede en placeres efímeros, se emborracha, sonríe y se siente poderoso.

El destino, mientras tanto, tal vez le observe acodado en la rama del árbol que está justo encima de su cabeza, justo encima de la mesa de sus cervezas, justo encima de la encantadora terraza. Justo encima de la compañía que bebe contigo. Justo encima de la araña de boca babosa que va a envolverte en su tela de araña. Pero tú eres feliz porque no has visto aún a la araña


"La mentira gana bazas, pero la verdad gana el juego." (Sócrates)

 
Quiero dar a un botón y medir la ternura y los buenos sentimientos, quiero programar mi secuencia vital e ir de la mano de un bello compañero. Quiero sentarme en su pecho y escuchar los sístoles y diástoles de su corazón y así quedarme dormida.
 No me interesa cómo ir al trabajo más rápido porque sé que al final llegaré. Y, en cuanto al ocio, me conformo con que sea con alguien que brille, que sepa emborracharse conmigo y que, cuando yo le sonría, se sienta poderoso.
Levantar los vasos hacia arriba y, en el brindis, encontrarnos por sorpresa con el guiño del destino que estará ahí acodado en una rama del árbol que tenemos justos encima de nosotros. Merendarnos a la araña.


 
"La astucia puede tener vestidos, pero a la verdad le gusta ir desnuda"
Thomas Fuller
 

 

Una pregunta, riñones míos

Me siento aquí a escribirte, por si te da por pasear de noche por estas calles y, desafortunadamente, de un modo que antes nunca me hubo sucedido, me asalta el vértigo: el insalvable abismo entre la emoción y las letras.

Ha sido de tu mano que he comenzado a desconfiar de las palabras -esa savia mía, que siempre me ha alimentado- y de sus trucos. Hoy reparo en su arbitrariedad o tal vez en ese despliegue de estrategias que viene a ser contar las cosas. Cualquier cosa. Nombrar la realidad, darle forma. Nombrar tú, desde esos labios tuyos, mi persona. O nombrar tu sentir por mí, si alguna vez estuviste sobre mi vientre y me dijiste te quiero. Y era entonces que no había modo de desconfiar de esa belleza, ¿Cómo iba a ser que desparramaras te quieros por mis rizos mientras me hacías el amor si no eran ciertos?

Las palabras hacen juegos de espejos. Los te amo como confetis.

Las palabras son perversas, resabiadas. Son trucos, ¿verdad, mi amor? Meros juegos.

Lo que duele; eso que mata

Era mi regazo el qué te recogía a ti,
sí.
Eso era así
cuando eras niño
Y te hacías belleza
entre mis dedos
Y me anudabas todo el amor
en el ombligo.

Eran mis manos las que
,
entre tu pelo,
Sabían dibujar
con genio y gracia
Ejércitos de poetas,
Mieles, misterios,
Canastos de fruta,
el pan de mañana.

Era mi sombra
también
la que corría
Agónica, veloz
por esas calles
Buscando
donde refugiarse.

Era mi pena la que
un día
Salió toda rotunda,
Enferma, loca.
Preñó mis huesos,
quebró mis alas
Y mató mis labios
y
tu boca.