Y sé lo que sucederá. Lo sé porque ha ocurrido más veces y no sé si es ciclo abocado a la reproducción de repetición o si soy una de esas mujeres que anuncian profecías que se auto cumplen, en base a su alienado proceder.

Y, cuando alcance el instante, persigo que me alertes, que me vengas remitiendo adelantadas señales. Tú anuncia la senda y yo tomaré el camino a la necrópolis de los paquidermos.

Me encantaría ir engalanada de largo y estar más bonita que nunca, tener el semblante y el alma quietos y que tus palabras silben con eco y que yo no me transtorne. Ni caiga. Ni sonría. Ni llore. Que atienda. Y comprenda. y asienta. Y asuma decentemente. Y que tu lo adviertas. Y que de ningún modo lo olvides. y que tú me sepas. Y que me perpetúes así. Y que tú nunca entiendas porqué así.

Me iré orgullosa y cerraré... una puerta. Eso es, una puerta. Y tú quedarás al otro lado y yo... al otro. Y será alegórico y categórico y atinado e irreversible.

Y si esto no trascurriera, yo te advertiría. Te enviaré adelantadas señales. Y pediré tus galas, tu serenidad y entereza. Y retumbarán mis palabras. Y estarás de pie, ni complaciente ni triste. Me escucharás entendiendo, pronunciando "síes". Tendrás dignidad y yo sabré apreciarlo. Para siempre en mí. Así te recordaré invariablemente.

Desgarrarás mi aliento, cerrando una puerta. Querré alcanzarte, más no lo haré.


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