“Las personas dichosas tienen un defecto del cual no se corregirán nunca: creen que los desgraciados lo son por culpa de ellos mismos.”
Beauchène
Está recientemente nacido
y huele a pan,
No está instruido en sonrisas,
más las regala.
En medio de mi misa,
me deja sin habla.
Aúpa frágil la mano y
toca mi frente.
Es recién brotado y me arrulla,
Y quepo entera en su brazos.
Liba mi herida y me hace
Infanta, malcriada y perita
En no creer en pretextos
Y en la simpleza del gesto.
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Se pide la voluntad.