Arrojar al fuego lo ayer sentido,
despojar de las pieles tactos apagados,
hacer limpieza de versos moribundos,
calentar café de recuelo con finales
y beberlo despacio, acatando la purga.
Sentarse luego en el filo del olvido,
descolgar las piernas y codiciar su efluvio,
dejarte abrazar por él. Te ha elegido.
Abaratar la aflicción que no es más que un cuento.
Calcinar la hojarasca.
Buscar el verdor.
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Se pide la voluntad.