Desdecirse. Desnudarse de nuevo del hábito que dispone a rezar al becerro de oro.
Decir diego, donde se dijo digo.
Abandonar a zancadas el pasillo de la inercia y debatir contigo misma el entusiasmo al que sueles tender.
No ser más polilla de esa luz.
Desdecirse.
Desnudarse.
Apagar esa luz.

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Se pide la voluntad.