Quién dictó las normas,
quién abrió fuego contra lo que fuimos.
Ese mar, tu voz y mi pánico.
Aquella luna apresada entre mi pelo
y tus sílabas.
Quién escribió nuestra historia,
qué imparable tormenta mojó nuestros papeles.
Y corrió la tinta
y avivó tu irá
y aplacó mi pánico.
Por qué será que ni siquiera soy ya capaz
de mantener esa tristeza inmensa
en la que yo me alimentaba cada día.
Ya no hay ni supervivientes
ni muertos
en este naufragio tan mío.
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Se pide la voluntad.