Enero 1986. Enero 2022

Me arrinconaba.
Como era impotente me instruí en enredar con cierto esoterismo y así adquirí un tramposo poder. No hay nada mejor que confiar en que se pueden agitar las hojas de los árboles para que cuando el viento bufe porque toca, porque sí, creamos que precipitamos ese proceso. Y justamente fui tomando el gobierno de una realidad que era la mía, pero que me era irremediablemente intrusa.

Los niños son verdaderamente magos, ellos saben, incluso, dentro de las más calamitosas existencias, advertirlas lejanamente y transmutarlas. Son de goma, ignífugos, permisivos, indisolubles y, sobre todo, son gurús en la maestría de despertar tras una aparatosa caída sin moretones ni rasguños. Lástima que no se sea eternamente niño.

Y así era yo. Ágil ante los obstáculos ordinarios. Me ejercité en no dar oídos a letanías que luego pudieran encajarse en mis sueños, a contener envites, a levantar mi tapia alrededor. Ver pero no retener, oír pero no escuchar, percibir pero no llegar a sentir.
Con estas destrezas puedes llegar a creerte indestructible, a salvo de todo. Pero como no hay arena que no se escurra entre los dedos, todo cae, todo cala, todo es.

El problema comienza cuando, salvados los años, pierdes la pericia en poner y quitar la valla y, cada vez más asiduamente, la pones y no sabes cómo quitarla. Te sorprendes pensando en por qué si tú eso lo has dispuesto mil veces. Ocurre que ya no eres ni tan dúctil ni tan etéreo, sucede que te gusta tu valla y que has aprendido a vivir ahí dentro.
Lo que se tuvo que ejercitar y educar es ahora condición de vida. Y os certifico que lo que valía oro entonces, hoy estigmatiza. Los galones se convierten en cicatrices que uno se esfuerza en ocultarle a ajenos y, lo que es peor, a propios.

Descubres que hablas tu lengua materna pero que además chapurreas otro idioma, cierta jerga que sólo a ti te pertenece. Observas que lo que es industrioso para otros, para ti es ineficaz. Que el analgésico común te provoca cefaleas.
Y te alejas y otra vez te arrinconas, como entonces. Y lo malo es que ya sabes que hay que levantar otra valla.

1 comentario:

  1. Sí, Laura, creo que una vez más, y en especial, has acertado escribiendo este relato, pues quién no se siente identificado con esa situación, "la de levantar vallas, barreras"......la soledad, nuesto propio mundo interior, nuestros miedos e inseguridades, creer que no podemos.......

    L.C

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Se pide la voluntad.