Pastiche

Cárcel de engreídos barrotes
dispuesta para la angustia,
qué sencillo me fue,
al fin y al cabo,
pulverizarte en arena,
apenas con un creyente soplido.

A la mesa de la cena de los idiotas,
acostumbra a sentarse un predicador
pero, gracias a dios,a menudo le acompañan
un ateo y un escapista.

Y, entonces,
la cena se convierte en juerga
y el ateo multiplica los panes
y escapista sale a por más vino.

Invariablemente,
el predicador se queda sin postre.
Habitualmente,
disimula consagrando el jaleo.

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